Extraño el sabor que las cosas me daban antes, como se escurrían sobre mis ojos, el manantial de risas que me daban. Desde mi ventana veia la puesta del sol mientras escuchaba un saxo de fondo.Noches caminaba y hacia el mismo recorrido, a veces mas lento que otro.
La gente que veia pertenecía a ese lugar, sus preguntas ya no eran preguntas sino composiciones mágicas.
Magia que no se preguntaba de donde salía, simplemente se creía en ella.
Días y noche me preguntaba donde estaba mi amor, donde lo escondían, quien lo tenia, porque no se hacia luz o presente.
Había días donde la oscuridad mezclada con sol polarizado era triste, pero una tristeza nostálgica de que las cosas por cierta razón suceden así.
Igual se sobrellevaban muy bien, siempre algo nuevo salia, nuevos soles se encontraban, tortas fritas se ponían en acción, al compás de unos mates girando por la ronda mas interminable que puede existir, la vida misma.
Y digo todo esto, porque hoy en mi memoria hay gustitos de esos días, sensaciones que afloran mi ser hoy, contagiando de magia lo que me rodea.
Miles de imágenes se empiezan a desplegar en mi cabeza como un juego de poker por ser empezado.
Donde las voy acomodando en mi aquí y ahora, haciendo de ellas, los visuales mas increíbles y recognitos que uno puede hacer, como es jugar con la memoria, diciéndole lo rico que es compartir un juego donde nadie gana mas que nadie.
Me acuerdo de esos días donde reinaba la monotonía de las cosas, quieras o no estabas sumergido a la rutina de las cosas, cosas que uno elije de cierto modo.
Ir, volver, llegar, compartir, dormir, volver a ir, salir, perderse, olvidarse, reírse, llorar, volver a ir, volver a salir.
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